La vida está compuesta de historias y lo mejor que tenemos son las
conversaciones sobre esas historias. Las mejores conversaciones son las que tienes con alguien
que aprecias sobre un tema que a quien lo cuenta o a ambas partes, apasiona… un
libro, una película, una situación. Cualquier cosa vale, todo cuenta, todo
momento o anécdota sobre la que haya una interpretación, puede dar lugar a la
más interesante de las pláticas.
Todavía recuerdo esas tardes “de
estudio” con Rocío en la terraza de nuestra residencia, hablando durante horas
sobre el libro "La sombra del viento"… El estudio quedaba en un segundo plano, los personajes parecían estar sentados en
esa misma mesa y nosotras íbamos escudriñando –uno tras otro- cómo eran y
qué representaban a nuestro parecer.
He aquí una gran conversación,
México DF, paseando hacia el museo Tamayo. Bea, una de mis amigas de México, me
explicaba el último documental que había visto. El brillo en sus ojos, la
pasión con la que hablaba y el tema que trataba este filme: hicieron que no
pudiera esperar a verlo y seguir conversando, pero dando mi punto de
vista sobre esta historia.
Waste Land cuenta la
historia de un grupo de personas que trabajan en el mayor basurero del mundo –Jardim
Gramacho- situado en los alrededores de Río de Janeiro (Brasil). Ellos se
autodenominan “catadores” (recolectores de materiales reciclables). La cinta –filmada
durante casi tres años- relata el viaje que el reconocido artista Vik Muniz
realiza desde Nueva York hasta su nativa Brasil. Muniz va explicando el proceso
de su obra y, al mismo tiempo, se observa cómo se va involucrando e implicando
más y más con cada uno de los trabajadores de Gramacho, los cuales se
convertirán en protagonistas de su arte.
El artista realiza diversos
retratos. Después, en una gran nave, cada retrato se plasma en forma de silueta
y los mismos catadores son los que ayudan a “representar” su propia instantánea
mediante infinidad de materiales que ellos mismos se dedican diariamente a
recoger. El resultado es sobrecogedor
para el espectador. No puedo imaginar lo que ellos sentían al subirse a ese
gran andamio y se observaban así mismos, desde una perspectiva que jamás habían
imaginado. Todos ellos relatan sus historias y cómo los avatares de la vida
les han llevado a Jardín Gramacho. En ese instante, comienzan a verse de una
forma diferente.
Muniz explica cómo su objetivo
principal era “cambiar la vida de un grupo
de personas: el proyecto surge de la necesidad imperiosa de hacer algo que les
reporte algún beneficio”. Una vez se realiza la obra a partir de cada
retrato dibujado con los materiales, el artista realiza una fotografía gigante de cada
una de ellas. Algunas se llevaron a una casa de subasta donde llegaron a conseguir
hasta 28.000 libras. Y todas ellas fueron representadas en el Museo de Arte
Moderno de Río, batiendo records de asistencia. Todos los beneficios económicos
recaudados de las obras fueron dirigidos a cada uno de los protagonistas.
Durante el documental, aparece la
mujer de Muniz y le plantea algunas dudas sobre el trabajo que está realizando…
El hecho de que los catadores seleccionados colaboren con él y con su equipo,
vayan a un estudio profesional, acudan a una subasta en Londres, se vean como
obras de arte en un museo… conocer todo eso y luego tener que volver a su –cruda-
realidad ¿puede que les reporte más
dolor que beneficio? Según su planteamiento, los seres humanos somos muy
frágiles. Cuando siempre has conocido “tu mundo” y no sabes qué hay “más allá”,
quizás conocerlo y tener que regresar… ¿te
hará sentir más infeliz todavía?
Conversando sobre este tema y, tras
haber visto el documental, vino a mi mente una situación y lugares aparentemente muy diferentes y que nada tienen que
ver; pero que en su momento me
plantearon la misma duda. Hace casi 10 años tuve la suerte de visitar con
mi madre los campamentos de refugiados saharauis en Tindouf (Argelia). Sáhara Occidental. Antigua colonia española, actual territorio ocupado por Marruecos, con grandes reservas de recursos naturales y un conflicto sin resolver frente a la pasividad y/o ineficacia de los organismos internacionales. En 1975, muchos saharauis tuvieron que huir del que es su país y comenzar una nueva vida. Actualmente, la mitad del pueblo saharaui vive en campos de refugiados en mitad del desierto: sin agua corriente, sin red eléctrica, sin apenas trabajo y falta de medios de educación y sanidad. La otra mitad de los saharauis siguen en su territorio original pero viven bajo ocupación marroquí. A día de hoy, la ONU considera el Sáhara Occidental como el mayor territorio del planeta que todavía no ha sido descolonizado.
Muchas familias españolas acogen
durante los meses de verano a niños saharauis. Les ofrecen todo lo que tienen,
acuden a profesionales sanitarios de diferentes especialidades, viven en las
mejores condiciones y gozan de todas las “bondades” del mundo desarrollado
durante un período de tiempo limitado. ¿Les
reporta eso un evidente beneficio o es mayor el inevitable desasosiego, contradicción
interna o dilema al que se enfrentan al regresar al que es su hogar? Mi respuesta es
que sí. Siempre es mayor el beneficio o lo positivo que ellos pueden llevarse de
esa experiencia… pero es inevitable que vuelva y vuelva a surgir esa duda... ¿Es más feliz el que sólo conoce su mundo y no sabe qué posibilidades hay más allá? ¿Vivirá siendo infeliz el que conoce otro mundo pero regresa a aquel del que partió?
“Levanté la mirada y un enjambre
de estrellas me golpeó en el corazón a través de las pupilas dilatadas. En ese
instante luminoso, suspendida entre la arena y el cielo, llegué a creer que
nunca más vería algo tan hermoso.”
(El beso del Sáhara,
de Gonzalo Moure)
Enhorabuena Luci, genial reflexión.
ResponderEliminarAhora no tienes viajes y nos deleitas con el recuerdo y las reflexiones de viajes anteriores
ResponderEliminarEs genial aprovexhar asi los recursos
Me alegro por ti
Jajr
Un salto cualitativo en tu blog; reflexiones profundas que invitan al lector a analizar detenidamente tus comentarios. ¡Sigue así, preciosa¡¡¡¡Te queremos.
ResponderEliminarTía M. Jose.
Enhorabuena por tu blog, o
ResponderEliminarPor compartir tus experiencias e inquietudes, es una delicia leerlos y hacen sentirte más cerca de nosotros. Como sabes , he tenido cuatro niños saharauis en casa, he estado en sus casas en el Sahara y yo también me pregunto lo mismo . Un beso