Ha sido alrededor de un mes el
que ha pasado sin actualizar. No quiero que me vuelva a pasar. Es cierto que ha
sido un mes de muchos cambios, mucho trabajo, muchas incertidumbres y, por
pereza, por querer hacer posts muy elaborados y completos, o por dejadez… así
se ha dado el tema.
Me voy a proponer hacerlo más a
menudo, aunque ello implique posts más cortos (¡seguro que muchos lo
agradecen!) y con pensamientos más claros e ideas que, por lo que sea, lleguen
a mi mente y quiera transmitir.
En este mes voy siendo consciente
de que mi primera etapa en México casi llega a su fin. En teoría vine para un
año pero muchas son las razones por las que... -y ya por fin lo puedo decir, alto y
claro (acabo de comprar mi billete de vuelta!!!)- mi país de residencia, de
momento, SIGUE SIENDO MÉXICO. Haré una breve paradita en Navidades en la Madre Patria.
Ya toca, un año pasa rápido pero a la vez es mucho tiempo. Necesito ver a mi
familia y mis amigos, pasar largas tardes sin prisas, sin agobios, simplemente
con una copa o un café y una conversación interminable. Cargar las pilas a tope
y volver a cruzar el charco.
Durante este mes he podido
conocer el mercado de alquileres (aquí
léase rentas) mexicano, y todo lo que éste conlleva: plantones repentinos
de caseros que deciden no enseñarte su “depa”, armarios en los que no podría meter ni mi incipiente colección de sombreros, casas en las que el olor a perro es
tan repulsivo que no quieres ni verla al completo. Pero todo eso ha sido
necesario para que encontremos el depa de nuestros sueños, el que va a ser
nuestro hogar durante el próximo año, con más compañeros mexicanos. No adelanto
acontecimientos porque ese departamento merece un post sólo para él. Sólo diré
que tiene la terraza-azotea más maravillosa que he visto jamás. Ya he soñado
conmigo misma tomando el sol en una de sus tumbonas y leyendo un libro.
Además de la incansable búsqueda
de piso (de la que, gracias a Héctor, me libré al llegar a México), este mes ha
sido un mes de retos. Mes de miedos y de
retos.
Un proyecto -del que en teoría iba a
encargarse mi jefe- por diversas circunstancias, me tocó cubrir a mí. No había
hecho nada parecido antes y, mucho menos, sola. Si a eso le sumamos, que tenía
que viajar a Tijuana, nada más y nada menos, la cosa se pone todavía más
difícil. Cuando hablas con gente, les dices que te toca ir a Tijuana –“¿A Tijuana?, yo ahí no
iría ni de broma”- ves que es una ciudad que está en la lista de la
ciudades más peligrosas de México –“ah, no… del mundo”- de repente te dicen que
no, que no es tan peligrosa, que ya la han sacado de la lista. ¿Me tranquiliza
algo que haya salido de esa lista si en algún momento fue parte de ella?
A lo que voy, un miedo a lo
desconocido, a salir de la dichosa “zona de confort” y una mezcla entre reto personal y profesional se presentó así por las
buenas ante mí. Cuando no tienes experiencia en algo y no cuentas con el
factor seguridad, ¿qué es lo mejor que se puede hacer? Preparación,
preparación, preparación. Las semanas previas al viaje fueron de mucha
documentación y llevar –aunque una vez in situ te das cuenta de que no se puede
controlar todo- “todos los cabos bien atados”.
Llega la fecha y me toca subirme
a ese avión, dejar mis miedos atrás y demostrar (a mí misma, sobre todo) de qué
soy capaz. Tengo algunas dudas de que me dejen volar porque justo en el aeropuerto,
al revisar todos mis papeles y documentación, me doy cuenta de que en mi
billete de avión pone OLIETE en lugar de OLITE. Es una tontería pero he visto a
gente tener bastantes problemas por ese tipo de errores o confusiones. Parece
que nadie se percata y sigo mi camino… estoy sentada en mi asiento y un amable
caballero me pregunta: “¿Le importaría
ir a usted en primera señorita?”. ¿¿¿Cómorrr??? He debido entender mal la
pregunta. Pues no, un señor quiere ir junto al que está sentado a mi lado y,
mira tú por dónde, este señor tiene su asiento en esa zona inexpugnable, que
todos miramos con recelo desde nuestros asientos corrientes y molientes. Así
es, por primera vez en mi vida, ¡voy en primera clase! Fue un vuelo de tres
horas y media –no es mucho- pero fue el vuelo más cómodo de toda mi existencia.
Sin darme cuenta, estaba en
Tijuana. Vinieron a recibirme con un cartelito con mi nombre y me dirigí a mi
hotel, la que sería mi base de operaciones durante los próximos días.
En Tijuana son dos horas menos
que en DF así que, entre madrugones, trabajo a contrarreloj y cambio de horario, fueron unos días de
locura. El primer día fue el peor. Miedo inicial, conocer la empresa, cómo
desenvolverme... a todo eso le sumamos que la gente de la empresa esperaba –y
en ocasiones fue una sensación manifiesta- a alguien con más experiencia y,
sobre todo, con más edad. Pero no. Ahí
estaba yo. Como me dijo una amiga esos días, “las mujeres jóvenes también
tenemos derecho a aprender y a ganar experiencia”.
Al final todo fue bien, con el
paso de los días fui ganando confianza, la empresa quedó satisfecha y las
semanas posteriores han sido de trabajo procesando y revisando toda la
información recabada y elaborando un informe que, personalmente, creo que ha
quedado bastante bien. Con este reto he sido consciente de varias cosas: de que
soy capaz, de que a veces se me olvida y de que el apoyo de la gente que tengo
cerca es lo más valioso que se puede poseer.
Además de retos, este mes he tenido muy presente la muerte.
Sí, la muerte. En México el día 2 de noviembre y todo lo relacionado con la
muerte se vive de una manera muy diferente a la que yo estaba acostumbrada. Ni mejor,
ni peor, diferente. Pero en algunos aspectos, creo que podríamos mirar muy de cerca algunas de sus ideas o sentimientos. La vida se acaba, las personas –muy
a nuestro pesar- se apagan y tenemos que aprender a vivir con ello.
En México, la muerte es parte de
la vida, conviven con ella y no la temen. El mexicano vive la muerte de un modo
dual: esa parte de duelo con todas sus manifestaciones afectivas y
psicológicas, pero también a modo de rito y celebración. El Día de Muertos es
un día festivo aquí, es un reencuentro, un homenaje a los que no están, a los
que evocan de muchas maneras: con una foto, una calavera de azúcar, curiosos
altares en cualquier lugar de la ciudad o decorando la tumba de un familiar con
flores de vivos colores y acompañándole en la noche.
Las calaveras siempre han
simbolizado para mí la muerte, como algo negativo, a lo que temer, de lo que
huir. Desde que llegué a México y vi como todos los rincones están inundados de
todo tipo de calaveras de colores, con flores e increíbles dibujos; la calavera
es un motivo de decoración, de alegría y de recuerdo. Siempre desde el mayor de
los respetos, los mexicanos ironizan, juegan, se hermanan con la muerte. Me ha dado mucho que pensar...
Vivimos el día 2 de noviembre en Mixquic, una pequeña localidad a unos
50 kilómetros del DF. Todo era celebración, color, música y festividad. Pero,
al mismo tiempo, al visitar el cementerio y ver cómo todas las familias –con un increíble mimo y profundo respeto-
iban plagando todas y cada una de las tumbas con flores de colores- un
indescriptible sentimiento de paz parecía inundar a los visitantes.
Al caer la noche, nos acercamos
de nuevo al cementerio para poder disfrutar del magnífico retrato del lugar.
Todas las tumbas repletas de flores, estaban acompañadas de millones de velas.
Familiares de todas las edades -desde bebés en brazos de sus padres, hasta las
señoras más mayores sentadas en sillas de camping- hacían del cementerio un
lugar familiar y acogedor. Aquel lugar que siempre he evitado, por miedo, por
respeto o por o inquietud, en ese momento me pareció un lugar mágico.
No evitemos enfrentarnos a los retos, ni huyamos de la muerte. Ambos
están en nuestra vida. Inevitablemente.
Me ha encantado el post....Lo bueno de los retos es lo incomparable de superarlos....un besote desde Rott
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarA mi también me ha gustado R.
ResponderEliminarEstas navidades escapadas juntos Lucia
Q temas tan diferentes y tan presentes.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho mucho
Nadie dudó que tu informe iba a quedar feten!!
Q temas tan diferentes y tan presentes.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho mucho
Nadie dudó que tu informe iba a quedar feten!!
Pues a mi también me gusta este post. Siempre en constante movimiento, ahora nueva casa, "nuestro próximo hogar"...y lo del 2 de Nov en México muy distinto y a la vez muy bonito eso de celebrar de esa manera alegre un reencuentro con tus seres queridos. Es como cuando vienes de viaje y nos alegramos de verte. Me gusta lo bien que transmites. Creo que me voy a acostrumbrar a pedir tu aprobación cuando tenga que decir algo importante.
ResponderEliminarjajr
Tu última entrada nos ha recordado a nuestros viejos amigos, los filósofos. Salir de la "zona confort", enfrentar cara a cara las dificultades y tener presente la muerte. Toda una sabia declaración de principios que indica una mirada más amplia, profunda, una nueva perspectiva de la vida. Duro, pero emocionante. Aquí tienes dos frases que puedes contemplar como variaciones sobre el mismo tema:
ResponderEliminar“La muerte, el destierro y todas las cosas que parecen terribles tenlas ante los ojos a diario, pero la que más de todas la muerte, y nunca darás cabida en tu ánimo a ninguna bajeza ni anhelarás nada en demasía” (Epicteto)
“Todos jugamos al ajedrez con el Destino. Nos consta que no podemos ganar, pero sentimos la necesidad de oponer resistencia” (Isaac B. Singer)
Cada día más grande Lucía. Sigamos juntos, oponiendo resistencia, mientras podamos.
Un superabrazo desde la casita de Montecanal.