miércoles, 7 de agosto de 2013

Un viaje que, sin duda, merece la pena. PERÚ I

Por fin llegó el viaje. Y si lo analizo desde casa, en México, cómodamente echadita en mi sofá… pienso que fue un buen viaje, un viajazo. En general, cuando vas a iniciar un viaje y hace mucho tiempo que no tienes vacaciones ni has salido de “tu” país, las palabras que vienen a tu mente son: RELAX, SOL, PLAYA. Al menos en mi caso suele ser así. Pero hay viajes diferentes, hay viajes que te ofrecen muchas otras palabras y sensaciones. Perú ha sido uno de ellos.

Los ingredientes de un buen viaje son muy básicos: muchas ganas, buena compañía y variedad de planes. Este tuvo todos ellos. Comenzamos…


Vuelo México DF-Panamá, vuelo Panamá-Lima, vuelo Lima-Cusco. Como me dijo mi madre en un mensaje… “casi os salen alas de tanto volar”. Pero por fin estábamos en nuestro (primer) destino: Cusco, antigua capital del imperio inca. Allí nos esperaba el frío peruano. Sí señores, allí es invierno y acostumbrados a no bajar (salvo rarísimas excepciones y con alguna magnífica tormenta de verano) de los 20 grados mexicanos, nos comenzamos a cubrir de capas y capas de ropa, cual cebollas. Nos alojamos  en el hostal Ecobackpackers, lo recomiendo a cualquiera que vaya por allí. Un edificio antiguo, con un patio central con hamacas y sofás donde relajarte al sol tomando un té y leyendo. 



Llegamos por la mañana y comenzamos a beber sin descanso mate de coca. Ya viví el mal de altura a mi llegada a México y no quería repetir la experiencia. Aquí no. Descargamos equipaje y nos dirigimos a conocer la ciudad. Calles empedradas, Plaza de Armas, mercados mágicos, un cristo en lo alto (al más puro estilo brasileño…pero no!). Lo que más me gustó de Cusco fueron sus construcciones, coloniales (recuerdos de la guatemalteca Antigua y sobre todo de Ecuador, mis días en Saraguro y su gente) y sus increíbles balcones. Una prolongación de cada casa hacia las calles, que hacía que no pudieras dejar de mirar hacia arriba al andar. Sorprende mucho su bandera, puede crear cierta confusión con la del Orgullo Gay. Cayó la noche y con ella, más frío peruano, a las capas del modelito, añadimos los guantes. Paseito nocturno y a cenar algo. Digo “algo” por decir… porque los platos de arroz y pasta que nos metimos entre pecho y espalda fueron de campeonato. Bien de proteínas e hidratos de carbono, había que coger fuerzas para lo que comenzaba al día siguiente: trecking de 4 días que finalizaba en el Machu Pichu (Inca Jungle Tour, para futuros visitantes a Perú ;). 



En el hostal hay un pequeño barecito donde se reúnen todos los huéspedes, diferentes nacionalidades, diferentes rutas y destinos, pero todos con la misma pasión viajera en común. Música en vivo, nuestro primer (pero no último) Pisco Sour, bebida peruana por excelencia. Se trata de un cóctel preparado con pisco, jugo de limón, clara de huevo… una curiosa mezcla de ingredientes que hacen de ella una bebida con una apariencia espumosa, sabor entre dulce, ácido y un cierto toque de amargor. Con la descripción tal vez no resulte muy apetecible, pero lo es… y consigue que repitas y repitas. Cusco de noche desprende un ambiente especial, mucha gente joven, zona de marcha que combina una gran colección de nacionalidades con el más puro estilo peruano. Tampoco nos podíamos liar demasiado… al día siguiente comenzaba la parte “dura” del viaje. Pistoletazo de salida para nuestro particular camino hacia una de las maravillas del mundo y lo mejor de nuestro viaje: Machu Pichu.



Trecking. Día 1:
Mochilas preparadas. Baterías de las cámaras a tope. Caramelos de coca en el bolsillo (toda precaución es poca ;). Todo listo. Abelardo -el que sería nuestro guía durante esta pequeña aventura- vino a buscarnos a las 6 de la mañana a nuestro hostal. Fuimos recogiendo al resto del grupo y comenzamos a subir por una escarpada carretera hasta llegar a lo más alto del puerto. Primer reto: bajada de unos 50 kilómetros en bicicleta. El frío helador, las bicis de montaña (un poco escacharradas) y la inclinación de la montaña… hacían que mi valentía flaqueara un poco ante tal escenario. Pero unas protecciones al más puro estilo Himan, casco, doble guante y un compañero muy paciente hicieron que el miedo fuera desapareciendo. Y al final acabé disfrutando de la bajada, del aire en el rostro, de la impresión de velocidad, de los preciosos paisajes y  de una inexplicable sensación de libertad. La temperatura iba subiendo  poco a poco, íbamos sorteando pequeños riachuelos… nos íbamos quitando poco a poco capas de ropa y finalmente llegamos abajo. Había merecido la pena. 


Al bajar de la bici se nota como las piernas flojean, comida para recuperar fuerzas y comenzamos a andar hacia la que será nuestra morada por esa noche. Subida, subida, subida, entre árboles, entre mosquitos que hacen de las suyas, sudor cae por las sienes, empapa la espalda y la mochila… pero finalmente llegamos y, de nuevo y todavía más, merece la pena. Estamos en la casita de una familia cusqueña, literalmente, en mitad de la selva peruana. Cerveza “Cusqueña” bien fría, nos la hemos ganado, ducha al más puro estilo campamento de verano, entre cañas que conforman un cubículo y una tela a modo de puerta. Aunque parezca mentira, la mejor ducha del viaje, muy fría, un chorro de agua envidiable (recuerdos de mi habitual escasez de agua en Jordania y mis luchas con el casero por unos litros más en nuestro tanque!) y si mirabas hacia arriba, un increíble cielo hacía las veces de techo. Lo de vestirse después manteniendo el equilibrio para que toda tu ropa limpia no cayera al suelo… ese es otro cantar… Cenita casera y el mejor cielo desde hacía mucho tiempo, se podía ver hasta la última estrella del firmamento, se escucha el silencio… todo ello imposible de sentir en el DF (recuerdos –por cielo y silencio- del mejor atardecer del mundo, el del desierto de WadiRum). 



Trecking. Día 2:
Despertamos en ese mágico lugar y la vista con los primeros rayos de sol desde nuestra cabaña es todavía más impresionante que el día anterior. Buen desayuno y comienza nuestro segundo día. Junto al último de los días, para mí esta fue la más bonita de las caminatas. Siguiendo en durante un tramoel Camino inca original -el que en su día siguieron los creadores del camino hasta el Machu Pichu- y caminando con el río Urubamba a lo lejos. El grupo lo formamos dos jóvenes israelitas (su preocupación por llevar raya negra en el ojo y pintalabios rojo impecable resultan, cuando menos, graciosas), una imperturbable finlandesa (nos sorprende con su miedo a las alturas y en esta parte del camino es algo que puede afectar bastante) y Abelardo, nuestro guía y nuevo amigo peruano. Los seis conformamos un grupo muy particular pero poco a poco nos vamos conociendo algo más. Abelardo nos habla de la cultura inca, de todas las que la precedieron, de sus avances en múltiples campos.

Me resulta muy curioso el dato de la infinidad de alimentos que proceden de esta parte del mundo y conforman las dietas diarias de todo un planeta. Perú es el país con mayor variedad de patatas  (más de 2.000). Papas, maíz, tomate, quinua… Innumerables son las menciones a las invasiva y avasalladora llegada de los conquistadores españoles (a veces no sé ni cómo nos dejan ir a según qué países…, parece que el resentimiento hacia nuestra cultura permanece presente y se reaviva al escuchar nuestro acento). Durante nuestra caminata vamos dejando a los lados plantaciones de otro de los cultivos peruanos por excelencia: la coca. Perú ya ha desplazado a Colombia como primer productor de cocaína del mundo. Resulta impactante el apunte acerca de que para conseguir un kilogramo de la cocaína que se vende en las calles, hacen faltaunos 1250 kilos de hojas de coca, que luego serán procesadas. Según Abelardo, los dos grandes problemas actuales de Perú son la trifulca política con Chile (debido a una delimitación marítima) que podría desembocar en una guerra, según se hace patente en las portadas de los periódicos peruanos.  Y, en segundo lugar, el posible control del país –en caso de rebelión- de las familias que controlan las mayores plantaciones de coca del país.

Durante la caminata, tenemos que cruzar de una montaña a otra, a través de una especie de caja de madera, de la que tira mediante una cuerda, un muchachito desde el otro extremo. NO RECOMENDABLE PARA PERSONAS CON MIEDO A LAS ALTURAS O A LA POCA SEGURIDAD. Desde el otro lado asistimos a una voladura del lado de la montaña que acabamos de abandonar (¡justo a tiempo!) para la construcción de una carretera. La caminata culmina en unas maravillosas aguas termales y una ducha con agua ardiendo. MARAVILLOSO. Pasamos  la noche en un pueblito: Santa Teresa. Cenita rica y, de nuevo, caemos en la tentación de los Pisco Sour. 


Trecking. Día 3:
Hoy el día no va tanto de andar… sino de ¡VOLAR! Le cogimos el gusto a las tirolinas en México y queremos repetir. Aquí son un poco diferentes porque, gracias a que el arnés es de cuerpo completo (y no sólo de cintura para abajo), puedes soltar las manos, hacer giros y otro tipo de piruetas para los más atrevidos. El grupo de gente es mucho mayor y hay que esperar un poco entre cada una, pero la experiencia es increíble. Al final hay un puente, suspendido en el aire, que da un poco de miedito, pero es la mejor guinda final del pastel de ese día. En mi caso, lo que más me gustó es “hacer el Superwoman” como ellos le llamaban. Consiste en ponerse el arnés hacia atrás, te sujetan al arnés de uno de los monitores y vas en posición horizontal. Piernas rectas, brazos estirados, volando al más puro estilo Superman. Tampoco muy apto para personas con miedo a las alturas!


El final del día fue magnífico. La caminata final para llegar a Aguascalientes, el pueblo que está situado justo debajo del Machu Pichu, fue para mí la más bonita. Siguiendo el camino que trazan las vías del PerúRail y rodeados de vegetación. Ya comenzaban los nervios, el siguiente era el último de los días del trecking y nos esperaba lo mejor.



Trecking. Día 4: MACHU PICHU.
Nos despertamos a las 4 de la mañana. Objetivo: ver amanecer en el Machu Pichu. Linterna frontal, bien abrigados porque a esa hora la temperatura era muy baja y con algo de nervios, comenzamos la subida. Con cada escalón, va clareando un poco y la temperatura va subiendo por momentos. Se hace difícil, parece que los escalones se multiplican y que nunca vamos a llegar, pero sí. Estamos allí, Entre las frondosas montañas (rebosantes de vegetación) y el imponente paisaje, allí está, por fin está ante nuestros ojos. Ahora comprendemos porque es una de “las maravillas del mundo”. No hace falta explicación, sólo hay que verlo. 




Me recuerda mucho a otras ruinas como las de Tikal (en Guatemala) pero lo impresionante y extraordinario de estas es su localización. Cómo se llegó a construir en un lugar tan “escondido” y lo curioso de que gracias a ese mismo hecho no fue descubierto por los españoles y por ello permanece intacto en ese lugar. Machu Pichu significa “Montaña Vieja” y la montaña que está frente a las ruinas es la que le da el nombre a las mismas. WaynaPichu, “Montaña Joven” es la montaña que se suele subir y desde la que hay una maravillosa vista a lo alto. Pero hay un cupo limitado de 200 personas por día y cuando quisimos comprar el ticket nos dijeron que estaba lleno hasta agosto.

Eso nos llevó a subir finalmente el Machu Pichu. De nuevo millones de escalones interminables, algunas zonas con una gran pendiente y estrechísimos giros en los que peligrosamente te cruzabas con la gente que bajaba. Cansancio acumulado de los cuatro días, piernas que tiemblan, agua que se va terminando, barritas energéticas que fueron nuestro alimento durante todo el día… Y, de nuevo y estaba vez con mayúsculas, MERECIÓ LA PENA. La vista del Machu Pichu desde allí arriba es increíble. Se aprecia todavía mejor lo recóndito del lugar, la dificultad de su construcción, la perfecta conservación de la arquitectura y su distribución y al ver dónde nos encontramos, una enorme satisfacción por el esfuerzo de esos cuatro días recorre tu cuerpo. 

Tras la bajada, una siesta descalzos y a la sombra es la mejor de las recompensas. Ya casi no queda gente, de nuevo escuchamos ese silencio. Ese es sin duda el mejor momento del día.    :-)... y todavía quedaba la segunda parte de nuestro viaje...



"El verdadero viaje de descubrimiento consiste no en buscar nuevos paisajes, sino en mirar con nuevos ojos"




3 comentarios:

  1. VIAJAZO!!!Si alguna vez voy a Perú...esta será mi guía....me encanta el Pisco Sour....le diré a mi amiga Gina, qué es peruana que lo lea...la va a encantar.....esperando la segunda parte..........besitos flipi

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  2. Increible lucia!!!menudo viaje habeis hecho!que envidia!!!

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  3. Increible lucia!!!menudo viaje habeis hecho!que envidia!!!

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