lunes, 10 de junio de 2013

Cómo México hace especial aquello que parece “normal”

Los días van pasando, las semanas transcurren, los meses cambian de nombre y, casi sin darnos cuenta, comienza a oler a verano. Aquí el verano sabe a lluvia y, aunque todavía no han llegado “las de verdad”, hemos tenido algún pequeño adelanto. Yo, por si las moscas… ya cuento con par de botas de agua. De momento están en el armario pero auguro que les daré muy buen uso y se van a convertir en mis mejores aliadas. En verano, botas y en invierno, sandalias. ¡Viva México (cabrones)!

Durante las últimas semanas los domingos se han vuelto el día de paseos, andar y conocer. Aunque sean lugares que ya hemos pisado, cada nueva visita tiene algo especial. Uno de los días, la plaza del Zócalo ha sido conquistada por un ejército de cometas. El cielo grisáceo, los visitantes voladores y la catedral conforman una imagen mágica. Otro,  nos encontramos con una reunión de chamanes, nos arrimamos lo suficiente para que alejen de nosotros los malos espíritus (en caso de que los hubiera).



En el paseo hacia el centro, otro de los fines de semana, conocemos el Monumento a la Revolución. Una larga avenida abre paso a la gran plaza de la República. Al fondo se sitúa el monumento, cuatro enormes arcos de más de 25 metros de altura culminan en una majestuosa cúpula de color dorado. Pero lo más curioso del lugar, más allá de su imponente apariencia, es lo que puedes encontrar frente a esta obra. La explanada está repleta de fuentes que lanzan chorros de agua en dirección al cielo. Lo que en otros países podría ser un simple motivo más de decoración, aquí se convierte en la piscina perfecta para los calurosos días mexicanos y los niños (y no tan niños) disfrutan como si estuvieran en la más grande de las “albercas”. 



El paseo de Reforma se llena de bicis los domingos y, además, de casetas de países por la “Feria de las Culturas Amigas”. Tanta bici me recuerda a mi hermano y sus jueves de “Bicicrítica” en Madrid. Tengo la suerte de trabajar muy cerca de casa y voy siempre andando. Para el resto de traslados, solemos usar el metro o el metro-bus. Pero además existe la maravillosa Ecobici: unas bicis que puedes utilizar y dejar en las diferentes estaciones a lo largo de la ciudad. Son bicis rojas y me recuerdan a la iniciativa similar que comenzó a estar disponible en Zaragoza desde la Expo. Hay un problema, para conseguir la dichosa “membresía”, tienes que tener una tarjeta de crédito mexicana. Como yo no tengo, llevo meses intentando encontrar a alguien al que “engañar” para que me avale con la suya.

Vienen a mi mente recuerdos de Holanda y ese maravilloso año que pasé montada en una bici. Bici para todo: bici para ir a la uni, bici para ir al supermercado (y volver con las bolsas que caían hacia los lados repletitas de víveres, haciendo peligrar enormemente mi equilibrio y mi seguridad), bici para ir al gimnasio, bici para ir de fiesta (de nuevo tentando a la suerte). Aquí no puedo emular ese mismo modo de vida porque no creo que durara ni dos días (debido al temido tráfico defeño y porque no creo que mis músculos aguantaran las distancias del DF, totalmente incomparables a las de la ciudad de cuento que era Maastricht). De momento, se me está resistiendo este modo de transporte alternativo, pero llegará. 


Entre paseos y objetivos por cumplir… mi torpeza o despiste “naturales” hacen de las suyas… Cuando narro una historia me gusta contar con toda la atención del oyente y cuando me la cuentan, me gusta hacer lo propio. Lo que pasa es que si vas andando y estás tan enfrascada en la historia de tu acompañante, vas y te comes una barra de hierro que –curiosamente- está clavada en mitad de la calle. Golpazo en la pierna, mareo, sangre, herida un pelín profunda y un pequeño sustito. Me toca llamar al seguro, ese seguro que curiosamente lleva mi nombre y además se trata de una beata.  Creo que, como siga a este paso, ni el curioso dato del nombre me ayuda a que sigan queriéndome tener bajo su amparo. Puntito en la pierna y antitetánica. Espero que mi colección de pulseras de diferentes hospitales haya llegado a su fin. Mi madre me dice que todas estas cosas me pasan… para que no me aburra… ella sí que es una santa (¡y no la del seguro!).



Ya vale de hospitales, ahora toca un poco de cine. Gran descubrimiento en la ciudad. En lugar de un cine “normal”, vamos a la Cineteca Nacional. Ofrecen un cine alternativo, con películas de distintas épocas y de todas las partes del mundo, ciclos dedicados a actores o directores… y lo mejor de todo, al módico precio de 40 pesos (2 euros y medio). No pudimos empezar con una película mejor: “7 días en la Habana”. Siete cortos, cada uno de un director, uno por cada día de la semana. Maneras muy diferentes de mostrar la vida en la capital cubana. Me trajo muy buenos recuerdos y, por unos instantes, escuchando la salsa y viendo cómo meneaban el esqueleto cada uno de los personajes de las siete historias, me trasladé a ese viaje tan especial a LA ISLA. 


En DF la oferta culinaria es inmensa y la posibilidad de descubrir nuevos lugares es interminable. Lo que puede parecer un restaurante, un bar o un mercado normal… deja de serlo cuando estás en México. Los mariachis amenizan tus adorados tacos, simpáticos caballeros te ofrecen “los mejores helados cubanos” con un acento de lo más mexicano, ves como un comensal se duerme sobre su tequila, camarones “endiablados” hacen que creas tener el mismísimo infierno en tu boca. Infinitas cartas de cervezas: CORONA, VICTORIA, LAGUER, TECATE, BARRILITO,  SOL, PACÍFICO, SUPERIOR, BOHEMIA, DOS EQUIS, INDIO… todas ellas a su vez pueden ser micheladas (con jugo de limón, sal y una mezcla de salsas). Durante las últimas semanas hemos ido anotando nuevos y magníficos lugares a nuestra lista. Entre los últimos hallazgos gastronómicos quiero destacar el Mercado de Medellín. Me recuerda al Mercado del Valle (el que tenemos en nuestro barrio) pero más grande y con otro aroma, otro ambiente. Hacía semanas que no comía tacos y- como nos dicen los mayores- las buenas costumbres, nunca hay que perderlas. Taco de arrachera y gringa de pastor: esa fue mi elección y no pudo ser mejor “mi vuelta al mundo taquero”. Después de una buena comida, siempre tiene que haber un buen postre. Y el mejor: los helados de La Michoacana. ;-) 


Lo mejor para rebajar una buena comilona, una buena ración de bailes y un poco de fiesta. Y la mejor forma de pasar una buena “cruda”… otra buena comida (ceviches de domingo), heladito y paseo. 


Esta vez por el Parque México (en la colonia Condesa). Ante nuestros ojos, se despliega el desfile de un sinfín de razas de perros. Nunca he tenido mascota y la verdad es que no entiendo mucho de animales. Pero para ello tenemos a Sara y Héctor, expertos en la materia. Incluso algún espontáneo con excedente de cachorros, utiliza el parque como lugar para intentar vender sus crías. 



Las semanas pueden parecer “normales” pero nunca lo son. Cualquier momento es especial, el destino es caprichoso y nos coloca en lugares y momentos porque ahí es donde somos necesarios y donde debemos estar. El tiempo pasa y no lo hace en vano.  El verano llega, los grandes viajes se acercan y las visitas más esperadas también. Hay que estar preparado, siempre atento y dispuesto. Nunca se sabe lo que México y el destino han  pensado para ti. 



“No te preguntes qué necesita el mundo; pregúntate qué te hace sentir vivo. Y después sal y hazlo. Porque el mundo necesita gente que esté viva.”


4 comentarios:

  1. Buenos dias desde la España!que gusto comenzar el dia leyendote...
    Me gusto mucho ese final...a ver q tiene preparado el destino...Mil besos..Martita Ita

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  2. Espero no ver ni una foto más de pulseritas....me encanta el post....viva México...ese país esta lleno de sorpresas...un saludo a los manosssss (sorry teclado holandés)

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