Los días van pasando, las semanas
transcurren, los meses cambian de nombre y, casi sin darnos cuenta, comienza a oler
a verano. Aquí el verano sabe a lluvia y, aunque todavía no han llegado “las de
verdad”, hemos tenido algún pequeño adelanto. Yo, por si las moscas… ya cuento
con par de botas de agua. De momento están en el armario pero auguro que les
daré muy buen uso y se van a convertir en mis mejores aliadas. En verano, botas
y en invierno, sandalias. ¡Viva México (cabrones)!
Durante las últimas semanas los
domingos se han vuelto el día de paseos, andar y conocer. Aunque sean lugares
que ya hemos pisado, cada nueva visita tiene algo especial. Uno de los días, la
plaza del Zócalo ha sido conquistada por un ejército de cometas. El cielo
grisáceo, los visitantes voladores y la catedral conforman una imagen mágica.
Otro, nos encontramos con una reunión de
chamanes, nos arrimamos lo suficiente para que alejen de nosotros los malos
espíritus (en caso de que los hubiera).
En el paseo hacia el centro, otro
de los fines de semana, conocemos el Monumento
a la Revolución. Una larga avenida abre paso a la gran plaza de la
República. Al fondo se sitúa el monumento, cuatro enormes arcos de más de 25
metros de altura culminan en una majestuosa cúpula de color dorado. Pero lo más
curioso del lugar, más allá de su imponente apariencia, es lo que puedes
encontrar frente a esta obra. La explanada está repleta de fuentes que lanzan
chorros de agua en dirección al cielo. Lo que en otros países podría ser un
simple motivo más de decoración, aquí se convierte en la piscina perfecta para
los calurosos días mexicanos y los niños (y no tan niños) disfrutan como si
estuvieran en la más grande de las “albercas”.
El paseo de Reforma se llena de
bicis los domingos y, además, de casetas de países por la “Feria de las
Culturas Amigas”. Tanta bici me recuerda a mi hermano y sus jueves de “Bicicrítica”
en Madrid. Tengo la suerte de trabajar muy cerca de casa y voy siempre andando.
Para el resto de traslados, solemos usar el metro o el metro-bus. Pero además
existe la maravillosa Ecobici: unas bicis que puedes utilizar y dejar en las
diferentes estaciones a lo largo de la ciudad. Son bicis rojas y me recuerdan a
la iniciativa similar que comenzó a estar disponible en Zaragoza desde la Expo.
Hay un problema, para conseguir la dichosa “membresía”, tienes que tener una
tarjeta de crédito mexicana. Como yo no tengo, llevo meses intentando encontrar
a alguien al que “engañar” para que me avale con la suya.
Vienen a mi mente recuerdos de
Holanda y ese maravilloso año que pasé montada en una bici. Bici para todo: bici
para ir a la uni, bici para ir al supermercado (y volver con las bolsas que
caían hacia los lados repletitas de víveres, haciendo peligrar enormemente mi
equilibrio y mi seguridad), bici para ir al gimnasio, bici para ir de fiesta
(de nuevo tentando a la suerte). Aquí no puedo emular ese mismo modo de vida
porque no creo que durara ni dos días (debido al temido tráfico defeño y porque
no creo que mis músculos aguantaran las distancias del DF, totalmente
incomparables a las de la ciudad de cuento que era Maastricht). De momento, se
me está resistiendo este modo de transporte alternativo, pero llegará.
Entre paseos y objetivos por
cumplir… mi torpeza o despiste “naturales” hacen de las suyas… Cuando narro una
historia me gusta contar con toda la atención del oyente y cuando me la cuentan,
me gusta hacer lo propio. Lo que pasa es que si vas andando y estás tan
enfrascada en la historia de tu acompañante, vas y te comes una barra de hierro
que –curiosamente- está clavada en mitad de la calle. Golpazo en la pierna, mareo, sangre, herida
un pelín profunda y un pequeño sustito. Me toca llamar al seguro, ese seguro
que curiosamente lleva mi nombre y además se trata de una beata. Creo que, como siga a este paso, ni el
curioso dato del nombre me ayuda a que sigan queriéndome tener bajo su amparo.
Puntito en la pierna y antitetánica. Espero que mi colección de pulseras de
diferentes hospitales haya llegado a su fin. Mi madre me dice que todas estas
cosas me pasan… para que no me aburra… ella sí que es una santa (¡y no la del
seguro!).
Ya vale de hospitales, ahora
toca un poco de cine. Gran descubrimiento en la ciudad. En lugar de un cine
“normal”, vamos a la Cineteca Nacional. Ofrecen un cine alternativo, con
películas de distintas épocas y de todas las partes del mundo, ciclos dedicados
a actores o directores… y lo mejor de todo, al módico precio de 40 pesos (2
euros y medio). No pudimos empezar con una película mejor: “7 días en la Habana”. Siete cortos, cada uno de un director, uno por cada día de la semana.
Maneras muy diferentes de mostrar la vida en la capital cubana. Me trajo muy
buenos recuerdos y, por unos instantes, escuchando la salsa y viendo cómo
meneaban el esqueleto cada uno de los personajes de las siete historias, me
trasladé a ese viaje tan especial a LA ISLA.
En DF la oferta culinaria es
inmensa y la posibilidad de descubrir nuevos lugares es interminable. Lo que
puede parecer un restaurante, un bar o un mercado normal… deja de serlo cuando
estás en México. Los mariachis amenizan tus adorados tacos, simpáticos
caballeros te ofrecen “los mejores helados cubanos” con un acento de lo más
mexicano, ves como un comensal se duerme sobre su tequila, camarones
“endiablados” hacen que creas tener el mismísimo infierno en tu boca. Infinitas
cartas de cervezas: CORONA, VICTORIA, LAGUER, TECATE, BARRILITO, SOL, PACÍFICO, SUPERIOR, BOHEMIA, DOS EQUIS, INDIO…
todas ellas a su vez pueden ser micheladas (con jugo de limón, sal y una mezcla
de salsas). Durante las últimas semanas hemos ido anotando nuevos y magníficos
lugares a nuestra lista. Entre los últimos hallazgos gastronómicos quiero
destacar el Mercado de Medellín. Me recuerda al Mercado del Valle (el que
tenemos en nuestro barrio) pero más grande y con otro aroma, otro ambiente.
Hacía semanas que no comía tacos y- como nos dicen los mayores- las buenas
costumbres, nunca hay que perderlas. Taco de arrachera y gringa de pastor: esa
fue mi elección y no pudo ser mejor “mi vuelta al mundo taquero”. Después de
una buena comida, siempre tiene que haber un buen postre. Y el mejor: los
helados de La Michoacana. ;-)
Lo mejor para rebajar una buena
comilona, una buena ración de bailes y un poco de fiesta. Y la mejor forma de
pasar una buena “cruda”… otra buena comida (ceviches de domingo), heladito y
paseo.
Esta vez por el Parque México (en
la colonia Condesa). Ante nuestros ojos, se despliega el desfile de un sinfín
de razas de perros. Nunca he tenido mascota y la verdad es que no entiendo
mucho de animales. Pero para ello tenemos a Sara y Héctor, expertos en la
materia. Incluso algún espontáneo con excedente de cachorros, utiliza el parque
como lugar para intentar vender sus crías.
Las semanas pueden parecer
“normales” pero nunca lo son. Cualquier momento es especial, el destino es
caprichoso y nos coloca en lugares y momentos porque ahí es donde somos
necesarios y donde debemos estar. El tiempo pasa y no lo hace en vano. El verano llega, los grandes viajes se
acercan y las visitas más esperadas también. Hay que estar preparado, siempre
atento y dispuesto. Nunca se sabe lo que México y el destino han pensado para ti.
“No te preguntes qué necesita el mundo; pregúntate qué te hace
sentir vivo. Y después sal y hazlo. Porque el mundo necesita gente que esté
viva.”
Buenos dias desde la España!que gusto comenzar el dia leyendote...
ResponderEliminarMe gusto mucho ese final...a ver q tiene preparado el destino...Mil besos..Martita Ita
Espero no ver ni una foto más de pulseritas....me encanta el post....viva México...ese país esta lleno de sorpresas...un saludo a los manosssss (sorry teclado holandés)
ResponderEliminarGracias por estos ratos Luci!!
ResponderEliminarGracias por estos ratos Luci!!
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