Sé que estoy a gusto en un lugar
(por muy lejos que esté de mi ciudad, mi casa y mi familia), cuando hago algún
viaje y al volver a “mi sitio”, en el taxi del aeropuerto al piso voy pensando
“qué bien, ya estoy de vuelta en casa”. Podemos crear hogares muy lejos de
“nuestro hogar”. Eso sólo se consigue cuando realmente estás a gusto en un
sitio, con la gente y contigo mismo. Yo he sentido esa sensación volviendo de
distintos aeropuertos en Madrid, en Holanda, en Jordania y ahora, de nuevo, en
México.
Es cierto que aquí siento que ya tengo un hogar. Pero a veces,
pasados unos meses desde la llegada… son necesarias pequeñas “dosis” de ese
entorno más cercano, de “tu círculo”. Y con la primera de mis visitas en México
DF, llegó una de esas dosis. Rocío
desde Rotterdam y Carmen desde
Luxemburgo, hicieron más de 24 horas de viaje –con parada y reencuentro en
Madrid- para llegar hasta México lindo, donde yo les esperaba con muchísimas
ganas e infinitos planes. La visita duró 10 días y, aunque entre semana yo sólo
podía estar con ellas por las noches… dio para mucho. Un sábado de madrugada
aparecieron por aquí y, a pesar de que el final se tornó algo accidentado por
mi parte, fue una visita cargada de sorpresas, planes, risas y energía, sobre
todo ENERGÍA.
Voy a por ellas al aeropuerto,
parece que una tarda en llegar porque le escuchan hablando de algo de un jamón
y terminan quitándole su adorado bocadillo. Finalmente, reencuentro de las
tres, me pongo pesadita con que NO paren de beber agua… “que a mí me dio el mal
de altura, me puse malísima, no os puede pasar lo mismo que tengo muchos planes
preparados…”. Sábado, primera parada para conectar con la cultura mexicana de
lleno… ¡Xochimilco! Y esta vez… de
día. La parte mexicana del grupo se retrasa, tenemos que esperar casi dos
horas, nervios, cansancio por el “ahorita llego”… pero subimos a nuestra
trajinera y todo eso queda atrás. Chelitas, carnitas, solecito, música y buena
compañía, ¿qué más se puede pedir? Alquilamos la barca por una hora, pero esa
hora finalmente se convierte en tres. Risas, bailes, confidencias, “puesta al
día” con amigas que hace mucho que no ves, sonrisas que se salen de la cara,
Rocío intentando llevar la trajinera, fotos, viejas amigas que conocen a tus
nuevos amigos. La visita no ha podido comenzar de mejor manera.
El cansancio del viaje, el cambio
horario, la altura y las chelitas con el meneíto de Xochimilco parece que hacen
mella en las visitantes… el ánimo decae… una pequeña siestecita. Pero, el día
no acaba ahí. Tienen que conocer uno de mis sitios favoritos… La Pulquería.
Cada vez que alguien te visita en
un nuevo país, quieres enseñarle los mejores sitios, “tus sitios”, que prueben
lo que para ti hace unos meses fue una novedad y ahora es algo habitual. Ves la
sorpresa en su cara al conocer una historia, al probar un trago o pisar por
primera vez un antro. Parece que el pulque no les seduce pero terminan
sucumbiendo a los encantos del tequila, esta vez “la bandera” (limón, tequila y
sangrita). No duramos mucho en la Pulque, estamos todos destrozados y mañana
espera otro plan: Coyoacán y, esta vez, conoceremos por primera vez algo las
tres juntas. Llevaba tiempo esperándolo y tras haber leído su biografía, esta
polifacética mujer se había convertido para mí en alguien todavía más
apasionante e inspirador. Tras cuatro meses en México, por fin visito el museo
de Frida Kahlo.
He de decir que me gustó el
lugar, pero quizás me decepcionó un poco el ambiente de “circo” o la excesiva
explotación turística del sitio. Filas de personas para ir viendo las distintas
habitaciones de la casa, pago extra si querías hacer fotos, muchísima gente en
un lugar que, tras haber leído su historia, te imaginabas como algo más “único”
y en ese contexto pierde un poco la magia que tú habías depositado en él. Pero,
a pesar de todo ello, me encantó visitarlo. Si intentas abstraerte un poco del
lugar como “museo” y de toda la multitud… puedes llegar a imaginarte a Frida pintando. Postrada sobre una cama
con un espejo sobre ella. Los celos que le reconcomían al ver las sucesivas
aventuras de su marido Diego Rivera ante sus ojos. El amor enfermizo que a la
vez le unía y ataba a él. La inspiradora y turbadora mente que movía todos sus
actos y obras de arte.
Me gustó mucho el jardín que
había en el centro de la casa, las paredes azules, la decoración y una
exposición en la parte final, que se centra especialmente en la vestimenta
de Frida. Cómo hacía de ella una forma de expresión, a la par que la utilizaba
como “mecanismo de defensa” y como un modo de ocultar sus minusvalías físicas:
una pierna más corta que otra o los corsés a los que estuvo confinada la mayor
parte de su vida por los diferentes accidentes que sufrió. A día de hoy, sigue
siendo un icono a nivel cultural, a nivel artístico, una leyenda viva en México
y un referente de mujer adelantada a su tiempo y que se escapaba de
los estereotipos o estándares clásicos del género femenino. Más allá de lo que
pude ver en el museo, esa visita dejó un pequeño poso en mí. Posteriormente a
la visita, surgen momentos en los que te paras a pensar, de repente, en un
momento cualquiera y te imaginas cómo sería la vida y la mente de esa frágil –a
la par que inquebrantable- mujer.
Las intrépidas visitantes fueron
haciendo su tour particular por la capital mexicana. Teotihuacán, Zócalo,
Polanco, Chapultepec… cada día tenían un destino y cada noche volvían con
millones de historias, anécdotas y risas para compartir en casa. Para finalizar
el día, yo les tenía preparada alguna sorpresita. Uno de los días tocó visita a
Garibaldi (zona de mariachis por
excelencia) y cenita en el Tenampa.
Rocío quería que le cantaran una ranchera y no podía dejar que volviera a
Holanda sin su deseo cumplido. En el taxi de camino al lugar el conductor nos
comenzó a meter un poco de miedo en el cuerpo… “¿van las tres solas a
Garibaldi?”… “Pero eso es muy peligroso para tres damitas solas…”. Yo ya había
estado en el lugar y no había peligro alguno, del taxi al restaurante y del
restaurante a otro taxi y a casa… Comenzamos a entender sus intenciones cuando
nos dijo, así todo muy casual… “Yo les puedo acompañar si ustedes gustan, cobro
por horas”. Decidimos que no era necesario y allí que nos fuimos.
Al ser un lunes no había mucho
ambiente pero con la apretada agenda de planes que teníamos, no podíamos ir
otro día. Finalmente la cosa se animó. Ranchera por 100 pesos (unos 6 euros).
No queríamos gastar allí todo el presupuesto del viaje así que, tras una
pequeña deliberación, nos decidimos por la canción
Del Mariachi (Morena de mi corazón). Entre chelas, guacamole y unos tacos…
solo una nos supo a poco. A lo que casualmente dimos solución. Un grupo de
mexicanos que estaban a dos mesas nos invitaron a unirnos a ellos. No sabemos
muy bien qué tipo de acuerdo económico habían cerrado con los mariachis… pero
las rancheras no paraban de sonar, una tras otra y tras otra y tras otra.
Perdimos la cuenta de canciones y de pesos que finalmente tendrían que pagar.
Las “güeritas” éramos la atracción del lugar, con bailes incluidos… la más
lanzada comenzó siendo Carmen pero al final las tres terminamos en la pista.
Había mujeres en la mesa y creemos que nuestra presencia no les hacía mucha
gracia… ranchera va, tequila viene… cuando ya se hacía tarde y con un cordial
“mañana hay que trabajar” nos despedimos. Eso sí, más que bien servidas de
rancheras, como la noche y el lugar requerían.
Otro de los planes nocturnos y,
de nuevo, otra actividad que descubrí por primera vez con mis queridas
visitantes, fue la lucha libre en el
Arena México (o Pressing Catch, para Rocío). Se trata de un
divertido espectáculo en el que la realidad y la ficción se van mezclando.
Peleas que en ocasiones parecen pasos de baile ensayados y perfeccionados.
Chicas muy ligeritas de ropa que anuncian los “rounds”, luchadores disfrazados
con máscaras que bajan unas escaleras gritando como energúmenos a un público
más que entregado, camareros vendiendo todo tipo de comidas y bebidas. En
definitiva, un circo de lo más peculiar del que –sin darnos mucha cuenta-
formábamos parte. Una forma diferente de pasar una noche en el DF.
Aquí tendría que dejar un pequeño
vacío… ya que el colofón de este magnífico tour por las maravillas mexicanas
iba a ser en una paradisíaca playa caribeña, estrenando el precioso bikini
naranja que las viajeras regalaron a su anfitriona, pero… no pudo ser. Algo que
muchas veces se nos olvida que es lo más importante que tenemos… me lo impidió:
la salud. Estoy bien, fue un pequeño sustito pero todo está bien. Rocío y
Carmen disfrutaron de Playa del Carmen e Isla Mujeres por las tres y una
pequeña parte de mí estaba allí con ellas.
A veces (más de las que nos
gustaría) las cosas no salen como planeamos, imaginamos o deseamos. Pero, hay
que afrontarlas y asumirlas como vienen. Valorar lo que tenemos y disfrutar de
cada segundo al máximo. Esta semana vi un documental sobre un joven cuyo mundo
y pasión son la montaña: "Summits of my life". Además de lo brutal de su historia, las increíbles
imágenes y la sugerente banda sonora, lo que más me gustó fue la reflexión
final con la que se despide la historia. Cuando
somos felices no solemos ser conscientes de que lo estamos siendo… es algo de
lo que nos damos cuenta a posteriori. Por eso hay que intentar aprovechar
esos momentos de felicidad y no esperar a darnos cuenta cuando ya no lo somos.
Me encanta viajar, vivir en otros
países, conocer lugares y gente nueva. Pero es cierto que si no puedo seguir en
contacto y sintiendo esa “cercanía” con mi gente, aunque sea a miles de
kilómetros, no termino de ser feliz estando fuera. La visita de alguien que
quieres cuando estás tan lejos te hace ver que “siguen estando ahí, como
siempre”. La visita de Rocío y Carmen me hizo muy feliz. Y no quiero quedarme
con “los momentos que no pude vivir con ellas ese fin de semana”, sino con
todos los pequeños y grandes instantes que vivimos el resto de la semana.
GRACIAS.
“Todo
el mundo trata de realizar algo grande, sin darse cuenta de que la vida se
compone de cosas pequeñas”
muy bonito luci nunca hubiese hecho un resumen mejor.. dont worry habra II round espero ke estes al 100 para darlo tdo en el df
ResponderEliminarq precioso este post!!
ResponderEliminarIncreíble disfrutar así de la vida y de la amistad!! Canelita en rama Lucía!
ResponderEliminarFerry
Taking up the level!!!!! Muy bien!!
ResponderEliminarParece que los momentos difíciles dan una vuelta de tuerca a nuestra capacidad de percibir, sentir, pensar... Magnífico artículo, tiene de todo, y un punto más filosófico y emotivo que los anteriores. ¡Qué grande eres!
ResponderEliminaren pocas palabras....gozadica de la buena, buena vibra, good feelings!!
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