Cuando llegas a un país nuevo, una de
las cosas en las que más notas que estás “lejos de tu casa” –y cuando hablo de
casa, hablo de país y de hogar- es en las comidas.
En los olores, en los sabores, incluso en los colores. En las costumbres
culinarias y en las costumbres hosteleras: menús, propinas, camareros. Todo
cambia. Y a todo nos acostumbramos.
Llevo poco más de un mes aquí y me queda
muuuuucho por probar todavía. Pero, si tuviera que describir la comida mexicana
con tres palabras, serían, sin duda alguna: colores (en plural), abundancia y salsas
(también en plural). Si hubiera tenido que describir la comida árabe, esas tres
palabras habrían sido: especias, olores y té (ya sé que es una bebida y estoy
hablando de comidas, pero NUNCA en una comida árabe faltaba el té, por eso me
permito esa pequeña licencia culinaria y semántica).
Colores en plural. Aquí una sopa –cuando
yo pienso en sopa en España, viene a mi mente un caldo ardiendo para
calentarnos en invierno- puede llevar hasta más de cinco colores. Por ejemplo, la sopa de tortillas está hecha de tomate, al que añades “al gusto” crema de
yogur, trozos de aguacate, limón y tortillas partidas a discreción. Ahí queda
eso.
Salsas en plural. Nunca pedirás un taco
y te traerán una única salsa. JAMÁS. Mil millones de salsas, procedentes de los
mil millones de tipos de chile, de los que surgirán mil millones de posibilidades. Nunca
un taco te sabrá igual que el anterior o que el siguiente.
“Tras esta breve isagoge. Sintonicémonos”. (No me estoy inventando palabras -qué sí es una de mis aficiones habituales- leí esta frase
en un artículo y me ENCANTÓ).
Comienza la semana y la rutina de
trabajo. Tenemos una hora para comer y, aunque estoy muy cerquita de casa, ir a
comer a casa no es una opción. ¿Por qué? Porque existe la maravillosa “comida
corrida”. Me explico. Lo que sería nuestro “menú del día” en España
(que con mucha suerte te cuesta unos 10 euros), aquí es la “comida corrida”.
Normalmente consiste en tres platos: sopa/crema o consomé, arroz o ensalada y
el plato fuerte: enchiladas, quesadillas, flautas, chiles rellenos, arrachera
(filete de rés), pechuga al horno y una infinidad de platos según el día y el
lugar elegido. Todo esto SIEMPRE aderezado con limón y muchas salsas,
guacamole, jitomate…(cuidadito con el picante… o luego dirás “¡me enchilé!”).
Según el día, se sienten espléndidos y te pueden servir un postre (natillas,
arroz con leche o gelatina). Todo esto por un módico precio que puede variar
entre 40-60 pesos (¡no llega a 4 euros!).
Todavía queda mucho por probar: pozole,
chapulines (grillos), tamales e infinidad de platos. Todo llegará.
Por la zona de mi oficina existen muchas
“tasquitas” en las que poder encontrar “comida corrida”. En algunas de ellas,
si tienes suerte, la comida puede ser amenizada con unas rancheritas. El
servicio es ejemplar. Nunca echarás de menos al camarero, siempre está “para
servirle”. Es parte de la idiosincrasia mexicana. Puede ser. El hecho de que el
15% de propina sea algo habitual, establecido y “que todo camarero espera”,
puede que también. Otros días, si nos sentimos un poco más sibaritas, nos vamos
a “Palacio”, justo delante del World Trade Center. El menú son 70 pesos y es un
sitio con más “clase”. Hay días que tanta sopa, sopita, arrocito y “comida corrida”
saturan y opto por una ensaladita (¿ensaladita?). En la variedad está el gusto y aquí por
variedad, no será.
Este abanico de posibilidades tan
económicas… a la gente como yo, que no tenemos ni idea de cocinar… ¡nos
encanta! (Aquí es cuando habla mi conciencia: Lucía,
prometiste a tu madre que ibas a volver de México sabiendo cocinar… que uno de
tus compañeros tiene un blog de cocina, le gusta mucho, y te iba a enseñar…. Lo
sé, lo sé… sólo llevo poco más de un mes… tengo que conocer la gastronomía
mexicana para luego comenzar a hacer probatinas). ¿Auto convencimiento o
realidad? En un año lo comprobamos…
Entre comida y comida, a mitad de
semana, siento el primer temblor en México. Fue un temblor muy
leve pero en mi oficina, en un piso número 10, se sintió algo más que en otros
sitios. La verdad es que yo ni me di cuenta, hasta que me lo dijeron. Es cierto
que me noté un poco “mareada”, como que “algo temblaba” pero pensé que ese algo
era yo. Las mesas se movieron un poco y fue una sensación un tanto extraña.
Aunque es cierto, que la gente que ya ha vivido episodios como ese (y, por
supuesto, mucho más graves) recuerdan momentos anteriores y se asustan más de lo que yo me asusté. Es decir, nada. Hablando con uno de mis compañeros de piso
(que trabaja en otro barrio), lo comentamos y él me dijo que lo acababa de
sentir. Yo (sin pensar antes de abrir la boca, como viene siendo habitual en
mí), le pregunté a mi jefe “¿pero esto se nota en toda la ciudad, en todos los
barrios?" A lo cual él me contestó: “Lucía, ¿cómo preguntas esas cosas? Sí, los
terremotos suelen ser en toda la ciudad, no sólo en nuestro edificio”.
(Preguntas de una novata en México).
Siguiendo con la comida, probar cosas nuevas está muy
bien pero, una vez las has cogido, perder las buenas costumbres no es nada bonito.
Así que allí que nos vamos el jueves noche a por nuestra sesión de “chelas”
(cervezas) y taquitos. Tacos, esos grandes amigos de miles de posibilidades y
miles de nombres. Carnitas, gorditas, de bistec, de chorizo, de alambre, de
canasta, al carbón, de chicharrones, de cochinita pibil… Pero, sin duda, los
mejores… los más tradicionales, los más típicos, los únicos e inigualables
“tacos al pastor”. AMOR ETERNO. El pasado jueves probé el mejor taco al pastor,
por el momento. Tan buenos, que el sábado al despertarme, no me resistí y tuve
que ir a por otro.
Entre comida y comida, vas dando paseos, conoces
nuevos lugares, nuevas calles… y te sigues preguntando: ¿para qué estudiar
publicidad o marketing? ¿Por qué dar tantas vueltas a las marcas, a lo
importante que es la elección del nombre de un negocio? La vida es más sencilla
que todo eso. Piensa. Imagina. Cierra los ojos. Inventa. Voilà. Ahí lo tienes.
Termina la semana y “el plato fuerte” del
finde iba a ser el sábado. Teníamos un plan. Había un plan. Pero los planes
están para deshacerlos y las reglas para romperlas. Fuimos a cenar a La Roma,
un barrio que no conocíamos. El elegido fue un restaurante asiático, buenas
referencias, un sitio “de bien”. Al experto culinario de la casa le convence, a
nosotros también. Terminó siendo un cuadro. Muy caro. La comida dejó mucho que
desear: el pulpo estaba muy hecho, el atún frío y duro, el salmón y bacalao
supuestamente iban a tener unos espárragos por encima y resultó siendo mayonesa
dibujando una bonita silueta. Y ya. En las fotos no se ve, pero el postre
terminó de rematar la jugada. “Trilogía” se llamaba. A Vito Corleone habría que
mandarles para “ajustar cuentas”. No sé ni cómo definirlo. Tarta de kiwi y
galleta congelada, pero sin descongelar. Evidentemente, no les dimos el 15% de
propina. Y, para ahogar las penas del dineral que nos íbamos a gastar en esa
pésima cena, nos tuvimos que beber dos botellas de vino. Cosas que pasan…
La cena fue maravillosa y la compañía
también (exceptuando la comida, por supuesto). La cosa no podía quedar así,
“una copa y nos vamos”. Esa frase suele ser peligrosa. Y, una vez más, lo fue.
Fuimos al famoso Felix, un barecillo con mucho ambiente de La Roma. Conoces
gente, comienzas a hablar de México, de España, de lo que sea. El caso es que
no te vas. Y no te quieres ir. Y allí que nos quedamos. Y… finalmente… el plan
del sábado, cayó. Cosas que pasan…
Entre comida y comida, y pasando la
resaca de la noche anterior, teníamos recados esperando. Recados urgentes y
necesarios. Nuestra adorada licuadora había muerto días atrás. Una pérdida
inesperada y muy lamentada. Además de los “juguitos” a mitad de mañana en el
puesto de siempre, somos muy amantes de los zumos (en casa ya son zumos de
nuevo) de todo tipo. Piña, melón, espinacas, kiwi, lechuga, toronja (pomelo).
Todo es bienvenido. Nada se rechaza. Y la moda de “lo verde” invade nuestro
hogar. La cosa pintaba mal. Se había roto pero (digamos que) habíamos tenido
algo que ver. La esperanza nunca se pierde. La metimos en su caja, con su
ticket y todo muy correcto y allí que nos fuimos a probar suerte, a “Bodega
Aurrera”, una especie de “supermercado-bazar-tenemos de todo lo que buscas” que
nos encanta.
Al llegar allí, Héctor se dispone a
hablar, a explicar lo ocurrido. “Nos gustaría cambiarla, ha debido salir defectuosa”.
Una risa incontenible comienza a salir a borbotones de mi bocaza, tengo que
alejarme para no fastidiar el plan. Este no podía salir mal. Este no. Se trata
de nuestra licuadora, LA licuadora. Y no salió mal. La tenemos de vuelta en casa. Podemos
descansar tranquilos y seguir tomando jugos, digo zumos. En mi huida (por el
bien del grupo) me perdí por el supermercado. Tardé un rato en encontrarme,
encontrarles. Pero mientras tanto… el que no se divierte es porque no quiere.
Así que me puse a probarme sombreros y, en un abrir y cerrar de ojos, nos
volvimos a reunir y a celebrar nuestro éxito culinario de la semana: la
licuadora.
Además de hablar de comida, esta semana
quiero hablar un poco de cine. No sé si es por el espíritu Goya/Oscars o porque
sí. Quiero recomendar una película. Muy buena y muy mexicana. Se llama
“Arráncame la vida”. Muy bien hecha, muy bien contada. Simple pero con buenos
diálogos, buena música, buenas actuaciones (magistral la de la actriz
protagonista: Ana Claudia Talancón) y una historia de amor “a la mexicana”. La
actriz va creciendo con la película, madurando… y conviviendo con un eterno
dilema: un hombre al que no quiere pero gracias al que puede tener todo aquello
que desee o el verdadero amor. Mujer adelantada a su tiempo, luchadora,
caprichosa, enamoradiza y pasional.
Os dejo el tráiler para ver si alguien
se anima a verla:
A beber y a comer vinimos,
alegres estamos; por favor...así sigamos
Dinero, tequila y
amor, no hay otra cosa mejor
(Ambos, refranes mexicanos. No pude elegir sólo uno)
Eso de la licuadora es tan de la tierra...me encanta....A pasarlo en grande se ha dicho...
ResponderEliminarGuardame mesa y ve pidiendome una comida corrida y chelas para Julio! besos hermana!
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ResponderEliminardinero tequila y amor!! amén!
Me encanta, me encanta! se me hace la boca agua de tanta comida!!! Miss u! Nerea.
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