Primera semana... con ganas de más.

He cambiado los tés, las cinco llamadas al rezo diarias, el regateo constante, el árabe, los dinares, mi querido desierto, las narguiles, las alfombras,  los velos y todo lo que Oriente Medio me brindó… por los 25 grados en enero, los jugos de frutas en la calle, los tacos, las quesadillas, los pesos, los tequilas, los mariachis, las rancheras y todo lo que México lindo tenga reservado para mí.

Y por fin… tras meses de espera, visado si… visado no… inoportunas caídas de última hora, nervios, ganas y mucha ilusión… aquí estamos! Justo hoy hace una semana que llegué a México…

En esa semana me ha dado tiempo a sufrir el mal de altura, comer y comer tacos, tomar mi primer caballito (el tequila de aquí no es como el de España señores… sabe rico, quita el frío y te dan ganas de beber más… no de ir corriendo al baño), pillarme “la peda” en un antro con güeyes mexicanos, ir a recenar al Borrego Viudo (un bar-aparcamiento de lo más concurrido, con lugar reservado para el culto incluido), colarme en el metro-bus (de forma totalmente involuntaria e inconsciente), escuchar desde mi ventana como venden “tamalitos”, perderme volviendo a casa, recorrer Insurgentes arriba, Insurgentes abajo; ir al cine en el World Trade Center, comprobar la caballerosidad del hombre mexicano (nunca saldrá antes que tú de un ascensor y abrir la puerta para entrar al coche ya no es necesario), instalarme con mis dos compis de piso en nuestra chocita, decorar mi habitación… y coger fuerzas para mi segunda semana y para todo lo que está por venir…  

Una compañera de la oficina me dijo hace un par de días… “Ya te darás cuenta… México es un país surrealista… pero no te cuento más, mejor que lo descubras por ti misma…”. A ello voy.

Aquí contaré mis idas y venidas, aventuras, historietas varias y qué tan diferente puede ser vivir un año en Jordania y después cambiar de continente, “cruzar el charco” y comenzar una nueva aventura en México.

“Viajamos para cambiar, no de lugar, sino de ideas”